Guido de Arezzo es uno de los más grandes nombres en la historia de la música. Se cree que nació alrededor del año 995 en la ciudad italiana de Arezzo, murió 55 años después en Avellano, también ciudad de Italia.
Fue un monje benedicto y ocupó su vida en buscar progresos para la escritura musical y los métodos de enseñanza. Lo llamó el Papa, en 1026 – 1028 (Juan XX), para explicar su idea de «solmisación», que no es otra cosa que la implantación de las sílabas: Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si para las notas musicales.
Es, pues, el inventor de este sistema, que se usa desde entonces, y posiblemente también el de un método práctico de su enseñanza, la llamada «mano guidónica»; inscribió los nombres de las notas en la palma de las manos y en la punta de los dedos, y con ademanes pudo dictar de esta manera una melodía a sus alumnos, que la «solfearon» al instante.
Se le atribuyen en general grandes adelantos en la música de aquellas lejanas épocas, pero ocurre, como en muchos casos parecidos, que la leyenda tiende a aumentar aún más los méritos de los grandes, en detrimento de numerosos «olvidados».
De todas maneras, ese Guido ha sido una de las principales figuras de la música medieval, aunque no todo sea realmente un invento suyo o haya tenido colaboradores cuyo nombre borró el tiempo.