La guitarra, sin ninguna duda, se encuentra incorporada desde hace muchísimos años, a la música popular de casi todos los países del mundo, interviniendo activamente en la cultura de los mismos.
Del punto de vista histórico, por lo general se sabe que Oriente fue la cuna de una sucesiva serie de instrumentos musicales que fueron evolucionando a través del tiempo en su forma y en su estructura y a su vez modificados en los distintos países o comarcas donde se aquerenciaban los mismos, hasta tener la forma actual como conocemos a la guitarra moderna.
Entre otros podemos mencionar el Kinnor, el Nebel, el Laúd (cuyo nombre original es Al ‘Ud), la vihuela y finalmente la guitarra. Se tiene muy poca documentación que atestigüe las distintas transiciones que se operaron en los mencionados instrumentos a través del tiempo, pero lo cierto es que el laúd hasta el siglo XIII tuvo su reinado, siendo seguido posteriormente por la vihuela que se instaló en las cortes, especialmente en las españolas e italianas.
Paralelamente con la vihuela, apareció la guitarra, que era mucho más modesta, originalmente con cuatro cuerdas y muy popular.
Con el correr de los años, la vihuela fue perdiendo vigencia, dejando el lugar a la guitarra, que fue aumentando el numero de cuerdas, hasta llegar a seis, tal como la conocemos.
Al principio existió una anarquía en lo referente a la afinación, conociéndose distintos “temples”, que luego se universalizó en el actual “temple”: la 1ª Mi, la 2ª Si, la 3ª Sol, la 4ª Re, la 5ª La y la 6ª Mi.
La guitarra en la Argentina se introdujo por medio de la corrientes inmigratorias que vinieron de Europa, especialmente de España y fue adoptada rápidamente por los criollos que hicieron de la misma su instrumento musical predilecto. Nuestro gaucho encontró en la guitarra una compañía que alegraba en oportunidades su soledad y en otras animaba reuniones.
En determinado momento apareció en nuestras pampas el artista nato de la misma, que improvisaba y cantaba versos, acompañándose con su guitarra: fue el Payador.
Payar significa improvisar y esto lo hacían de dos formas: por Cifra, con rasguidos (que fue la primera forma en que apareció) y por Milonga, con acordes desplegados.
Famosos fueron también los torneos o contrapuntos que se entablaban entre dos payadores diestros, que llamaban la atención de los circunstanciales espectadores, en pulperías de campaña, fiestas camperas, especialmente fiestas patrias. Los payadores fueron realmente los antecesores de los “cantores nacionales” de tango, a tal punto que cuando empieza a declinar la popularidad de las payadas, muchos payadores se convirtieron en cantantes de tango.
Por otro lado, a fines del siglo pasado y principio del presente, aparecieron en los arrabales urbanos de las grandes ciudades (Buenos Aires, Rosario, Córdoba), los primeros tríos formados por flauta, violín y guitarra, que posteriormente se agrandan formando cuartetos, quintetos y sextetos.
En estas circunstancias la guitarra cumplió fundamentalmente la función de apoyo rítmico, con profusos bordoneos que ornamentaban las interpretaciones del grupo; indudablemente estos músicos eran intuitivos o como se les llamaba cariñosamente “orejeros”, pudiendo rescatar entre otros a: el “ciego” Aspiazú, Luciano Ríos, el “negro” Lorenzo, el “pardo” Canaveri, Apolinario Aldana, “vizcacha” Herrera, los hermanos Manuel y Fermín Ruiz, Gabino Gardizábal, Gabino Navas, Santiago Robles, Pancho Romero, etc., todos ellos de la primera época.
Posteriormente brillaron: Domingo Salerno, Francisco Polonio, Guillermo Saborido, “el gallego” Emilio Fernandez, Domingo Greco, Martín Barreto, José Valerga, Juan Albornoz, Pablo Bustos, Pedro Lafoucade, Domingo Pizarro, Rafael Canaro, Rodolfo Duclós, José Luis Padula, Ruperto Leopoldo Thompson (luego gran contrabajista del tango), Rafael Iriarte “el rata” y José Ricardo (luego acompañante de Gardel).
Cabe aclarar que al ser desplazada la guitarra por el piano y el contrabajo, muchos guitarristas optaron por éste último instrumento en los nuevos grupos en los que se podía vislumbrar lo que fueron después las orquestas típicas; entre otros, podemos mencionar a Rafael Canaro, Rodolfo Duclós, Luis Bernstein, y el mismo R. Leopoldo Thompson ya citado.
Con respecto a los cantores nacionales podemos decir que al principio, tuvieron que acompañarse ellos mismos, pero según parece, necesitaron mayor apoyo instrumental, para lo cual requirieron los servicios de guitarristas que supieran acompañar bien el género.
No buscaron a los que tocaban repertorio clásico, que los había en cantidad, sino que recurrieron en principio a los que integraban los tríos y cuartetos que tocaban tangos para bailar y que por supuesto conocían a fondo el género.
Como todos saben, la guitarra en estos grupos, actuó siempre como apoyo rítmico y los guitarristas que integraban los mismos empleaban para este fin el sector de las bordonas, o sea la 4º, 5º y 6º.
Por esta razón podemos observar, en casi todas las grabaciones de esa época, las introducciones y adornos de las distintas obras, trabajadas en las bordonas (escúchese a tal efecto, las primeras grabaciones de Gardel, por ejemplo Mano a mano).
Y aún más, en esta placa como en muchas otras, encontramos como conclusión de la introducción, un compás o dos que son propios de un estilo sureño o de una cifra (a esto se le llama “broche”).
De ésta manera , muchos de los guitarristas que habían integrado grupos para baile, pasaron a ser acompañantes, que generalmente trabajaban media hora, descansando la media hora siguiente, a partir de las 21 hs. hasta promediar la media noche.
La labor era diaria y en la semana se descansaba solamente los domingos.
Como dato pintoresco, se puede agregar que en la media hora de descanso, los guitarristas terciaban sus guitarras en sus respectivas sillas del palco, para denotar a las eventuales personas que pasaban por la calle, que en el local “había espectáculo”, que había un “cantor nacional”.
Acompañantes de “cantores nacionales” hubo muchos y muy buenos, si nos referimos al conocimiento del género, pudiendo añadir que en oportunidades se conformaron dúos, tríos y aún cuartetos de guitarristas, que fueron famosos en su momento y que fueron repetidamente requeridos por los cantores, dado que el auge del tango en esa faceta fue cada vez más importante.
Podemos mencionar, entre otros a: José Ricardo, Guillermo Barbieri, José Aguilar, Horacio Pettorossi, Armando Páges, Domingo Riverol, Rosendo Pesoa, Manuel Parada, Enrique Maciel, Rafael Iriarte, Vicente Spina, los Hnos. Cúcaro, los Hnos. Toto, Avena, Demasi, Enrique Maciel (h), Esteban Basile, Alberto Ortiz, Eduardo Arana, Héctor Osuna, etc. etc. (El maestro Arias olvidó incluirse en la lista). :- )
La guitarra en el tango, en su faz de acompañante de cantores, tuvo durante mucho tiempo, una aceptación notable y los guitarristas se esforzaron por mejorar su técnica, que por lo general, salvo raras excepciones, se continuó haciendo en forma intuitiva.
En el marco de la enumeración ya mencionada, figura sin ninguna duda, en un primerísimo plano, Roberto Grela, llamado con justicia “la guitarra mayor de Buenos Aires”, ya que produjo en el ambiente una revolución en la forma de acompañar, en todo aspecto, aportando nuevas ideas armónicas y empleándose a partir de él, el uso de las tres cuerdas cantoras: la 1º, la 2º y la 3º en los punteos y adornos, creando de éste modo un estilo bien definido, que fue seguido por numerosos instrumentistas.
Otra faceta de la guitarra – tango que debemos citar es la que se refiere a la guitarra solista que nunca fue tomada en serio, ni tratada, como ocurre en otros países, ya que no existen prácticamente en plaza arreglos de tango escritos seriamente para el instrumento, por arregladores idóneos en la materia, es decir, que tengan formación clásica y que conozcan a fondo el género.
De tal suerte, nuestros notables guitarristas clásicos que tuvieron la fortuna de acceder a escenarios extranjeros, fueron llevando el mismo repertorio que en el exterior ya conocen, olvidándose que el público destinatario de sus interpretaciones, espera con ansiedad nuestra música popular (folklore y tango), ejecutada con maestría.
Tal es el trabajo que con todo cariño he tomado a partir de mi cátedra de Guitarra – Tango en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, donde modestamente he volcado todo mi conocimiento en cerca de treinta arreglos de tangos famosos, para que a partir de ahora y en más, se enriquezca nuestra juventud estudiosa de la guitarra, de nuestro hermoso patrimonio artístico popular, que siempre fue mirada por los clásicos con cierta indiferencia, olvidándose que la música clásica se nutrió permanentemente de la música popular (Issac Albéniz, Enrique Granados, Federico Moreno Torroba, Fernando Sor, etc.).
Finalmente, para redondear el presente trabajo podemos agregar que el oficio de “cantor nacional” fue perdiendo actualidad y que muchos de ellos se convirtieron en “estribillistas” de las nuevas orquestas típìcas y finalmente, “cantores con orquesta propia” o en dueto con famosos directores.
La guitarra, a todo esto, dejo de tener la importancia que tuvo durante muchos años, aproximadamente de 1918 a 1960, que es el lapso que nos ocupa, pero volvió a ser considerada cuando por razones económicas, las orquestas típicas dejaron paulatinamente de funcionar y en su lugar aparecieron pequeños grupos instrumentales, que intentaron cubrir el vacío dejado por las grandes formaciones.
El gran desarrollo de la electrónica dio lugar a la aparición de instrumentos musicales que amplificaron las ejecuciones de una manera notable, aunque no se llegó aún a una reproducción perfecta y fiel.
La guitarra finalmente ocupó dentro de estos pequeños grupos un lugar importante. Ejemplos de esto fueron, entre otros, los cuartetos de: Enrique Alessio, Anibal Troilo, Armando Pontier, Pedro Laurenz, Los tres de Buenos Aires, el cuarteto A puro tango de Miguel Nijenson, el de Osvaldo Piro, el de José Colángelo, etc. etc..
Anibal Arias
Maestro de Guitarra