Corría el año 1957 y en la escalera de mi casa, en el barrio de Valentín Alsina, nos juntábamos cuatro adolescentes que teníamos una pasión: el rock and roll. La música que por aquellos tiempos se escuchaba más era el Tango y el barrio -cuna de taitas y entreveros- daba origen a jóvenes cantantes de la música ciudadana que surgían de diversos “Concurso de cantores” que era la forma que en aquellos tiempos se tenía para poder “saltar a la fama”.
Pero nosotros estabamos en otra cosa, en otra música que apenas comenzaba a escucharse. Yo tenía una vieja guitarra heredada de mi abuelo y apenas sabía unos pocos acordes, Roberto no tenía guitarra pero se las había arreglado para saber tocar bastante bien. Héctor hacía el bajo con la boca y Cachito con una caja y un palito hacía ritmo. Estos “ensayos” nos motivaron para hacer algo mas serio pero en esos tiempos los instrumentos musicales eran casi inalcanzables y por otra parte casi todos eran importados. Recuerdo que nuestro paseo de los domingos era ir al centro y pararnos en la vidriera de Casa América y allí “con la ñata contra el vidrio” nos pasábamos viendo alguna guitarra eléctrica. Con el tiempo Héctor se compró una guitarra criolla y le pusimos cuerdas de acero y la convertimos en “bajo”.
Mas tarde el padre de Cachito pudo comprarle una batería y Roberto y yo pudimos comprar cada uno una guitarra eléctrica de industria argentina de marca “Yakin” construida por uno de aquellos inmigrantes que llegaron a nuestro país y que un fotógrafo de apellido Taglioretti exhibía en una vidriera de Valentín Alsina, dispuesto ya a cambiar de rubro y dedicarse al negocio de la venta de instrumentos.
Y nosotros fuimos de los primeros clientes. Crédito, firma de pagarés, promesa a los viejos de cumplir con las obligaciones, mucho ahorro (en aquellos tiempos se podía) y ¡a tocar!.
Ya conté que Roberto era el que mejor tocaba y aun cuando cantaba muy bien, él quiso ser la primera guitarra, yo fui la de ritmo, Hector el bajista, fue la voz del grupo y Cachito el baterista. Así nacieron “LOS DE FUEGO”, hacíamos rock and roll y temas de “The Ventures” que era el grupo instrumental que más nos gustaba.
He querido contar esta pequeña historia, porque creo que ya se habrán dado cuenta que aquel “Roberto” no era otro que el SANDRO querido y admirado por todos. Pocos sabían hasta ahora de su pasión por la guitarra. Horas y horas se pasaba con ella “practicando” (así se decía antes) encerrado en su pieza. Su éxito con el canto pudo, tal vez, dejar oculta una cualidad que pocos conocen y aunque él diga con modestia que era “el menos malo” no puedo dejar decir que “Los de Fuego” tuvimos en él una excelente primera guitarra. La otra parte de la historia, es decir como cantante del grupo, ya es conocida por todos.
De esta manera he querido brindar un sencillo homenaje al amigo famoso y al instrumento maravilloso que es la guitarra a cuyo conjuro surgieron figuras como la de Sandro y muchos más.
Compañera, amiga, inseparable del músico creador, es a la guitarra a la que siempre se recurre en los momentos de inspiración, a punto tal que casi todos los músicos, sea cual fuere el instrumento que ejecutan, tiene siempre una guitarra a mano, afinada y “siempre lista” para la creación.
Lito Vazquez